¿Qué es un golpe de calor?¿Qué hacer si tu animal tiene uno? Aprende a ayudar a tu peludo a afrontar uno de los peligros del verano.
El verano es una época muy delicada para nuestros compañeros animales. Tienen menos recursos que nosotros para combatir el calor y sus organismos son especialmente sensibles a sus efectos. Golpes de calor, picadas de insectos, deshidratación, diarreas... son algunos de los problemas que pueden aparecer en verano si no se toman las precauciones adecuadas. Aquí te proponemos algunas medidas de prevención que te pueden ayudar.
Los perros y los gatos son mucho más sensibles al calor que los humanos. No tienen glándulas sudoríparas para regular su temperatura corporal así que lo hacen a través del jadeo y del sudor que expulsan por las almohadillas de las patas y por las zonas de poco pelo (como el vientre). Los gatos intentan mantener una temperatura estable lamiéndose y manteniendo el pelo liso, de este modo, la saliva depositada en el pelo, al evaporarse, disminuye su calor corporal. La temperatura natural de un perro es de aprox. 39ºC y para los que carecen de pelo es de 40ºC. Si el jadeo no le es suficiente para realizar una correcta ventilación, su temperatura se elevará de unos 3 ºC poniendo al perro en peligro.
Pero no hay que alarmarse, con unas pautas adecuadas y mucho sentido común el calor del verano no será un problema. Para que se produzca un golpe de calor se necesita un alto grado de humedad y elevadas temperaturas. Esto provoca que el perro o gato acaben con sus reservas de azúcar y sales minerales, provocando un colapso interno que puede acabar con nuestra mascota en unos 15 minutos.
Los perros y gatos más propensos al golpe de calor son los cachorros y los animales geriátricos (viejitos), además de los de pelaje muy oscuro (absorben más el calor) y los que tienen el morro chato.
Los síntomas:
- No tiene ganas de moverse.
- Su respiración es agitada, rápida o costosa
- La boca y el hocico están secos
- Las mucosas de las encías y de la conjuntiva están azuladas o enrojecidas.
- Temblores musculares e incluso vómitos.
- Frecuencia cardíaca acelerada..
- Movimientos lentos o tambaleantes.
- Le aparezcan pequeñas manchas de sangre en la piel.
- Padezca una hemorragia gastrointestinal.
- Sufra una insuficiencia hepática o renal.
- Se vea afectado por un edema cerebral.
- Le fallen los órganos.
- Lleva al perro o gato al veterinario a la menor sospecha.
- Si no puedes, trata de bajar la temperatura corporal de tu animal, pero no de cualquier manera:
- Llévalo a un sitio fresco y aplica frío en las zonas más importantes: cabeza, cuello, las ingles y axilas. Así refrescas la sangre que va hacia el cerebro, evitas un posible daño cerebral, y bajas la velocidad de la respiración.
- Pon al animal bajo un chorro de agua (no muy fría) y humedécele la boca sin obligarle a beber. Cuando se normalice su respiración, puedes sacarlo de debajo del agua pero controla su temperatura. Cuando quiera beber, déjale, controlando que no beba mucho de golpe.
- Si quieres que el frío le cale rápido, puedes ayudarte de un ventilador o le puedes pasar cubitos de hielo por la nariz, las axilas y por los lados del cuello.
- Cubrir o envolverle con toallas, de esta manera el calor sube en vez de salir.
- Utilizar agua completamente helada, ya que le podemos dañar el cerebro.
- Dale de beber regularmente para evitar la deshidratación. Renueva el agua a menudo y adminístrala en poca cantidad.
- Nunca dejes al perro o gato encerrado dentro del coche o en una habitación pequeña sin ventilación.
- Saca a pasear a tu perro en los momentos de menos calor y evita que haga mucho ejercicio.
- Cuando esté al exterior, asegúrate de que hay una sombra donde se pueda cobijar.
- En verano, dale la comida por la noche para facilitarle la digestión. No te extrañes si tu animal come menos de lo habitual. Es normal.
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